Querido
amigo. No te escandalices de ti mismo. No eres sino barro y sangre, pasión
inútil, nube pasajera que descarga su
lluvia con rabia sobre el mar inmenso e impasible, que, ignorante a tus
desahogos sigue su plácida vida (hasta que él mismo se rebela y arrasa). Y sin
embargo algo irreductible late dentro de ti. La carne y la sangre arden
violentamente exigiendo algo que no pueden conseguir. Un corazón ilimitado
habita dentro de una vida limitada. Algo te lanza más allá. Duele. Sabes que
hay algo que se te escapa, que un secreto se te oculta, que hay más -mucho
más-. Pero esta breve sabiduría es ácida porque no resuelve el enigma sino que lo acentúa.
De nuestra carne y sangre participó el Hijo de Dios. Tu misma agonía sufrió Dios. El
abrazó todo lo humano, hasta la última esquina del laberinto de tus entrañas.
El Hijo eterno de Dios asumió finalmente el liderazgo de la caravana humana,
esa terrible hilera de seres-para-la-muerte. El mismo se ha puesto como dique
de la aguas de la historia llenas de violencia y ha revertido –de modo
totalmente imprevisto- el sentido del río. Una nueva corriente cruza la
historia por entremedias de las aguas pútridas de cada corazón humano. Un
pequeño banco de peces remontan el río contracorriente
hacia su oculto manantial liderados por el gran Pez, impulsados por una
misteriosa llamada de la naturaleza que desafía toda racionalidad meramente
calculadora. Tu historia y la mía, amigo, están ya abrazadas en toda su miseria
por el Amor de un Dios apasionado que ha decidido implicarse hasta el fondo en
nuestro destino.
Más allá de la
apariencia –te lo aseguro- el poder de su
atracción es imparable.
Buen blog, Padre Carlos, enhorabuena cuanto bien puedes estar haciendo!!!!
ResponderEliminarGracias por tus palabras y testimonio. Un abrazo
Muchas gracias antonio!!! un abrazo muy grande
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