viernes, 14 de marzo de 2014

SANGRE

Querido amigo. No te escandalices de ti mismo. No eres sino barro y sangre, pasión inútil, nube pasajera que descarga  su lluvia con rabia sobre el mar inmenso e impasible, que, ignorante a tus desahogos sigue su plácida vida (hasta que él mismo se rebela y arrasa). Y sin embargo algo irreductible late dentro de ti. La carne y la sangre arden violentamente exigiendo algo que no pueden conseguir. Un corazón ilimitado habita dentro de una vida limitada. Algo te lanza más allá. Duele. Sabes que hay algo que se te escapa, que un secreto se te oculta, que hay más -mucho más-. Pero esta breve sabiduría es ácida porque no resuelve el enigma sino que lo acentúa.

De nuestra carne y sangre participó el Hijo de Dios. Tu misma agonía sufrió Dios. El abrazó todo lo humano, hasta la última esquina del laberinto de tus entrañas. El Hijo eterno de Dios asumió finalmente el liderazgo de la caravana humana, esa terrible hilera de seres-para-la-muerte. El mismo se ha puesto como dique de la aguas de la historia llenas de violencia y ha revertido –de modo totalmente imprevisto- el sentido del río. Una nueva corriente cruza la historia por entremedias de las aguas pútridas de cada corazón humano. Un pequeño banco de peces remontan el río contracorriente hacia su oculto manantial liderados por el gran Pez, impulsados por una misteriosa llamada de la naturaleza que desafía toda racionalidad meramente calculadora. Tu historia y la mía, amigo, están ya abrazadas en toda su miseria por el Amor de un Dios apasionado que ha decidido implicarse hasta el fondo en nuestro destino.


Más allá de la apariencia –te lo aseguro-  el poder de su atracción es imparable.

2 comentarios:

  1. Buen blog, Padre Carlos, enhorabuena cuanto bien puedes estar haciendo!!!!
    Gracias por tus palabras y testimonio. Un abrazo

    ResponderEliminar