jueves, 27 de marzo de 2014

PRIMEREAR

Qué preciosa es tu vida. Es un reclamo continuo a salir de ti y dar la vida. Qué triste sería vivir sin entregarnos, sólo para nosotros mismos ¿verdad? Cada mañana parece que nos arrancan la vida, nos exigen que abandonemos ese cómodo sepulcro y nos lancemos a la entrega diaria. Cristo va en la delantera, te precede y como dice el papa Francisco “primerea” y te enseña a “primerear”, es decir a tomar la iniciativa, a no andar a remolque de las circunstancias sino vivir como protagonista de tu vida, a entregarte aunque cueste, a vencer haciendo justamente lo contrario de lo que te pide tu pereza o tu melancolía egoísta. El miedo sólo se vence lanzándose hacia delante. Como decía la maestra de espíritus generosos, santa Teresa de Ávila:
“Y como capitán fuerte quiso nuestro Dios morir, comencémosle a seguir, pues que le dimos la muerte. ¡Oh, qué venturosa suerte se le siguió desta guerra! Ya no durmáis, ya no durmáis, pues Dios falta de la tierra.

Con grande contentamiento se ofrece a morir en cruz, por darnos a todos luz con su grande sufrimiento. ¡Oh glorioso vencimiento! ¡Oh dichosa aquesta guerra! Ya no durmáis, ya no durmáis, pues Dios falta de la tierra.
No haya ningún cobarde, aventuremos la vida, que no hay quien mejor la guarde que el que la da por perdida. Pues Jesús es nuestra guía, y el premio de aquesta guerra; ya no durmáis, ya no durmáis, porque no hay paz en la tierra.
Ofrezcámonos de veras a morir por Cristo todas. Y en las celestiales bodas estaremos placenteras; sigamos estas banderas, pues Cristo va en delantera, no hay que temer, no durmáis, porque no hay paz en la tierra”.

Con las personas que cada día el Señor te regale ¡primerea! Es decir, acércate, ofrécete, ama más allá de su indiferencia, bromea donde hay mal rollo, entrégate pues Cristo va en delantera … sigamos estas banderas… aventuremos la vida, que no hay quien mejor la guarde que el que la da por perdida.


Ánimo. Un ejército de pequeñas almas luchamos junto a ti –y tú junto a nosotros- y el Espíritu Santo nos alienta; la victoria ya ha comenzado…

viernes, 14 de marzo de 2014

SANGRE

Querido amigo. No te escandalices de ti mismo. No eres sino barro y sangre, pasión inútil, nube pasajera que descarga  su lluvia con rabia sobre el mar inmenso e impasible, que, ignorante a tus desahogos sigue su plácida vida (hasta que él mismo se rebela y arrasa). Y sin embargo algo irreductible late dentro de ti. La carne y la sangre arden violentamente exigiendo algo que no pueden conseguir. Un corazón ilimitado habita dentro de una vida limitada. Algo te lanza más allá. Duele. Sabes que hay algo que se te escapa, que un secreto se te oculta, que hay más -mucho más-. Pero esta breve sabiduría es ácida porque no resuelve el enigma sino que lo acentúa.

De nuestra carne y sangre participó el Hijo de Dios. Tu misma agonía sufrió Dios. El abrazó todo lo humano, hasta la última esquina del laberinto de tus entrañas. El Hijo eterno de Dios asumió finalmente el liderazgo de la caravana humana, esa terrible hilera de seres-para-la-muerte. El mismo se ha puesto como dique de la aguas de la historia llenas de violencia y ha revertido –de modo totalmente imprevisto- el sentido del río. Una nueva corriente cruza la historia por entremedias de las aguas pútridas de cada corazón humano. Un pequeño banco de peces remontan el río contracorriente hacia su oculto manantial liderados por el gran Pez, impulsados por una misteriosa llamada de la naturaleza que desafía toda racionalidad meramente calculadora. Tu historia y la mía, amigo, están ya abrazadas en toda su miseria por el Amor de un Dios apasionado que ha decidido implicarse hasta el fondo en nuestro destino.


Más allá de la apariencia –te lo aseguro-  el poder de su atracción es imparable.

sábado, 8 de marzo de 2014

TERNURA

¿Cuál es el secreto de Jesús, del papa Francisco, de tantos santos, algunos de los cuales tú y yo hemos conocido bien cerca de nosotros, en nuestras propias familias y parroquias? Yo lo sé. Es el poder de la ternura. Pero ese sonreír siempre, siempre acoger, siempre escuchar, decir siempre la palabra alentadora no es una estrategia sino fruto de algo previo. De lo que está lleno el corazón habla la boca. Benedicto dice de Juan Pablo II que su alegría en medio de las múltiples tormentas procedía de su profunda unión con Dios durante todo el día. Lo mismo le pasa al papa Francisco. El dice que cuando le viene la impaciencia o un pensamiento malo sobre alguien le ayuda mucho coger una cruz que lleva en el bolsillo, agarrarla simplemente, y decir Jesús confío en Ti . Esa unión con Dios Padre –que se llama piedad y es uno de los siete dones del Espíritu Santo- no la puedes conquistar sino sólo pedir y trabajar. Cuánto la deseo para ti y para mí. Moisés asustado por su misión de liberar al pueblo de Egipto pide una señal y el Buen Dios le da sencillamente ésta: Yo estoy contigo.  El indio Juan Diego cuando la Virgen de Guadalupe le envía a los sacerdotes para que construyan allí una basílica en su nombre se llena de miedo y ella responde llena de ternura: ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?¿No estás bajo mi sombra y resguardo?¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Qué mas puedes querer? ¿Qué más deseamos, qué más pruebas vamos a exigir? Sólo necesitamos el don de experimentar su Presencia bondadosa y tierna con nosotros en todo momento. Ser sintonizados con el Corazón de Cristo y que El nos cuente lo que El siente, piensa, teme y desea de esas personas y situaciones. Y si El, el Maestro, sufrió la oposición e incluso la persecución por hacer el bien ¿seríamos nosotros discípulos si el bien que pretendemos hacer no sufriese violencia? Su método ha sido y es abrazar más fuerte la carne herida, resentida, de sus hermanos. Vence quien abraza más fuerte. La ternura es una inversión arriesgada que nos hace vulnerables pero en nuestra debilidad se manifiesta su Victoria. Ya lo hemos visto con nuestros propios ojos tantas veces.  Al final mi Inmaculado Corazón vencerá promete María. Confiemos en el poder de la Ternura, la única capaz de cambiar el corazón del mundo -de cada hombre-  necesitado, en el fondo, más allá de sus durezas, sencillamente de amor.