¿Cuál es el
secreto de Jesús, del papa Francisco, de tantos santos, algunos de los cuales
tú y yo hemos conocido bien cerca de nosotros, en nuestras propias familias y
parroquias? Yo lo sé. Es el poder de la
ternura. Pero ese sonreír siempre, siempre acoger, siempre escuchar, decir
siempre la palabra alentadora no es una estrategia sino fruto de algo previo. De lo que está lleno el corazón habla la
boca. Benedicto dice de Juan Pablo II que su alegría en medio de las
múltiples tormentas procedía de su profunda unión con Dios durante todo el día.
Lo mismo le pasa al papa Francisco. El dice que cuando le viene la impaciencia
o un pensamiento malo sobre alguien le ayuda mucho coger una cruz que lleva en
el bolsillo, agarrarla simplemente, y decir Jesús
confío en Ti . Esa unión con Dios Padre –que se llama piedad y es uno de los siete dones del Espíritu Santo- no la puedes
conquistar sino sólo pedir y trabajar. Cuánto la deseo para ti y para mí.
Moisés asustado por su misión de liberar al pueblo de Egipto pide una señal y
el Buen Dios le da sencillamente ésta: Yo
estoy contigo. El indio Juan Diego cuando la Virgen de Guadalupe le envía a los sacerdotes para que construyan allí una basílica en su
nombre se llena de miedo y ella responde llena de ternura: ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?¿No estás bajo mi sombra y resguardo?¿No
soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de
mis brazos? ¿Qué mas puedes querer? ¿Qué más deseamos, qué más pruebas
vamos a exigir? Sólo necesitamos el don de experimentar su Presencia bondadosa
y tierna con nosotros en todo momento. Ser sintonizados con el Corazón de
Cristo y que El nos cuente lo que El siente, piensa, teme y desea de esas
personas y situaciones. Y si El, el Maestro, sufrió la oposición e incluso la persecución
por hacer el bien ¿seríamos nosotros discípulos si el bien que pretendemos
hacer no sufriese violencia? Su método ha sido y es abrazar más fuerte la carne
herida, resentida, de sus hermanos. Vence
quien abraza más fuerte. La ternura es una inversión arriesgada que nos
hace vulnerables pero en nuestra debilidad se manifiesta su Victoria. Ya lo
hemos visto con nuestros propios ojos tantas veces. Al final mi Inmaculado Corazón
vencerá promete María. Confiemos en el poder de la Ternura, la única capaz de
cambiar el corazón del mundo -de cada hombre- necesitado, en el fondo, más allá de sus durezas, sencillamente de amor.
Sólo el Señor puede quitar nuestro corazón de piedra y poner en su lugar un corazón cálido y bueno como el Suyo. Y es por su auxilio, no por nosotros....con nosotros, pero no por nosotros. Un abrazo, amigo!
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