viernes, 3 de noviembre de 2017

IDEOLOGÍA Y VICTIMISMO


Asistimos estos días a un teatrillo escenificado por Puigdemont y sus teleñecos, pero es el mismo show mediático que los expertos en mass media enseñan que deben representar quien quiera influir en la sociedad. La clave es que hablen de ti, bien o mal. Lo vemos en Trump, en Pablo Iglesias o en tantos otros. Pero hay un paso más allá del teatro, es la manipulación del victimismo. Un ejemplo lo tenemos en ese falso feminismo que hacen de la lucha contra el maltrato su bandera y justificación pero que en realidad no tiene nada que ver con las mujeres maltratadas -que, a propósito, en testimonio de muchas de ellas algunas de esas asociaciones no les hacen ni caso- sino que es un método clásico de la ideología. Su método es en tres pasos:
1º Convencer al sector que quiere manipular de que están oprimidos -ya sea el proletariado, el campesinado, los catalanes, las mujeres o los homosexuales- repitiéndoles machaconamente que son unas víctimas.
2º Señalar quiénes son sus enemigos, los opresores, qué curiosamente son aquellos que la ideología quiere eliminar.
3º Revelar a sus salvadores: ¡qué casualidad, oye! Sus grandes salvadores son los miembros de esa ideología.

Y ya la ideología tiene carta blanca para hacer todo lo que quiera, está justificado porque en cuanto alguien denuncia lo que están haciendo basta con invocar el nombre temido del enemigo-opresor y tachar al denunciante de fascista, capitalista, machista, xenófobo u homófobo.

Esto basta para que la victimizada o el victimizado se mueva más por el sentimiento que por la razón de forma que siempre tendrá razón quien me defiende no mi opresor. En el fondo se empieza a pensar que todo se arreglará acabando con los opresores.

La ideología victimiza, manipula, y enfrenta. Esta es la dinámica de la dialéctica que enseñaba Hegel y luego Marx y Engels según la cual lo que hace avanzar la historia es una lucha entre tesis vs antítesis para que al final resulte la síntesis que  curiosamente coincide con ellos. Es la lucha de clases, la lucha de géneros, la lucha de nacionalidades,  siempre tiene que haber un enemigo al que odiar.


Por esto que nadie piense que se puede arreglar esto sin armarse bien y responder a la ideología no con buenismo o frases hechas. La ideología se vence con el amor a la verdad. Pero desde Sócrates hasta hoy pocos son los que están dispuestos a luchar por la verdad, porque con la ideología no hay diálogo sino sólo la victoria del propio peso de la verdad pero expuesta y propuesta con toda la energía, sin arredrarse: La verdad os hará libres. Quizás sea cierto aquel luminoso pensamiento de Chesterton: “Cuando los hombres dejan de adorar a Dios terminan adorando cualquier cosa”. Porque éste es el fondo de la ideología: la adoración de las ideas. 

Lo peor de todo es que creemos que son las nuestras.

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