Asistimos estos días a un teatrillo escenificado por Puigdemont y sus teleñecos, pero es el mismo show mediático que los expertos en mass media enseñan que deben representar quien quiera influir en la sociedad. La clave es que hablen de ti, bien o mal. Lo vemos en Trump, en Pablo Iglesias o en tantos otros. Pero hay un paso más allá del teatro, es la manipulación del victimismo. Un ejemplo lo tenemos en ese falso feminismo que hacen de la lucha contra el maltrato su bandera y justificación pero que en realidad no tiene nada que ver con las mujeres maltratadas -que, a propósito, en testimonio de muchas de ellas algunas de esas asociaciones no les hacen ni caso- sino que es un método clásico de la ideología. Su método es en tres pasos:
1º Convencer al sector que quiere manipular de que están
oprimidos -ya sea el proletariado, el campesinado, los catalanes, las mujeres
o los homosexuales- repitiéndoles machaconamente que son unas víctimas.
2º Señalar quiénes son sus enemigos, los opresores, qué
curiosamente son aquellos que la ideología quiere eliminar.
3º Revelar a sus salvadores: ¡qué casualidad, oye! Sus grandes
salvadores son los miembros de esa ideología.
Y ya la ideología
tiene carta blanca para hacer todo lo que quiera, está justificado porque en cuanto
alguien denuncia lo que están haciendo basta con invocar el nombre temido del
enemigo-opresor y tachar al denunciante de fascista, capitalista, machista, xenófobo u homófobo.

La ideología victimiza, manipula, y enfrenta. Esta es la
dinámica de la dialéctica que enseñaba Hegel y luego Marx y Engels según la cual lo que hace
avanzar la historia es una lucha entre tesis vs antítesis para que al
final resulte la síntesis que curiosamente coincide con ellos. Es la lucha
de clases, la lucha de géneros, la lucha de nacionalidades, siempre tiene que haber un enemigo al que
odiar.
Por esto que nadie piense que se puede arreglar esto sin
armarse bien y responder a la ideología no con buenismo o frases hechas. La
ideología se vence con el amor a la verdad. Pero desde Sócrates hasta hoy pocos
son los que están dispuestos a luchar por la verdad, porque con la ideología no hay
diálogo sino sólo la victoria del propio peso de la verdad pero expuesta y
propuesta con toda la energía, sin arredrarse: La verdad os hará libres.
Quizás sea cierto aquel luminoso pensamiento de Chesterton: “Cuando los hombres
dejan de adorar a Dios terminan adorando cualquier cosa”. Porque éste es el fondo de
la ideología: la adoración de las ideas.
Lo peor de todo es que creemos que son las nuestras.
Lo peor de todo es que creemos que son las nuestras.