Jesús, Tú eres la Luz. La Luz verdadera que alumbra a
todo hombre. Pero como la luz eres humilde. Ella, la luz, baña la tierra y nos permite
ver la belleza de las cosas creadas; sin embargo nadie repara en su propia belleza.
Ella refleja sobre las gotas del rocío sobre las hojas del otoño, rompe entre
las nubes la oscuridad de la tormenta, hace nacer el día tímidamente mezclada
con la bruma de la mañana. Todo vuelve a la vida con ella: el hombre y los
animales comienzan sus trabajos, desde el más pequeño de los insectos hasta el
más importante de los príncipes de la tierra. Agradecemos su cálida y fugaz
caricia sobre nuestro rostro y seguimos nuestros quehaceres consolados por
ella. La luz como el amor, es humilde, no se impone, es benéfica, gratuita,
universal, llena de paz y de alegría. Jesús, Tú eres la Luz. Por ello no te
impones aunque nunca dejas de brillar. Tu resplandor atraviesa
imperceptiblemente el universo, lo sostiene y lo encamina hacia su destino
final y sin embargo sólo el corazón sencillo goza de tu calor, como la plantita
que extiende sus hojas humildemente hacia el Sol benéfico. Así, sólo los
humildes son capaces de descubrir el tesoro escondido, abrirlo y saciarse de su
Luz. Hágase en mí según tu Palabra.
"...Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias" (Del Salmo 50). Gracias¡¡¡
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