martes, 1 de julio de 2014

¿Quién es éste?

Esta es la pregunta que atraviesa los cuatro evangelios, llenos todavía de asombro cuando Mateo o Juan -ya ancianos-  le entregan sus recuerdos a los redactores de sus evangelios. Mateo era uno de aquellos que habían escuchado a Jesús predicar en Cafarnaum, pueblo marítimo que tenía su propia aduana romana de la que seguramente era responsable. Aquel rabí o maestro de la Ley de Dios no era como los demás maestros. Tenía en común con los otros la costumbre de hacer vida con sus discípulos los cuales aprendían al entrar en la escuela de un rabino no tanto de su enseñanza escolar como de su vida. Pero este maestro es distinto. Lo notaban todos. En su enseñanza no cita a otros maestros como solían hacer sino que interpreta la Ley de Dios, la torah, por sí mismo con una autoridad escandalosa para muchos. De hecho Mateo reserva los capítulos centrales de su Evangelio al gran discurso o enseñanza de Jesús en el monte en claro paralelismo con Moisés que recibió las tablas de la Ley de Dios en el monte. Pero ahora Jesus no recibe la Ley sino que la da, poniéndose a Sí mismo como criterio: "Oísteis que se os dijo...pero Yo os digo". ¿Y quién es éste para enseñar con esa autoridad, la autoridad de Dios? Esta es la cuestión, la de la autoridad de parte de Dios, la gran cuestión para acoger su enseñanza o desdeñarla como divagaciones de un loco o peor aún, de un falso profeta. El centurión encargado de la cohorte de Cafarnaun debía ser una autoridad militar importante pues no había muchas centurias en Galilea. Inmediatamente después de bajar del monte y curar milagrosamente a un leproso Jesús se encuentra con él que le suplica que cure a su siervo. Pero curiosamente cuando Jesus va a entrar en su casa, algo prohibido para un judío que quedaría impuro, el centurión reconoce justamente la autoridad de Jesús comparándola con la suya militar. Un pagano comprende mejor que el judío. Este escándalo repiquetea en la mente de los judíos conversos que leen a Mateo. Pero ¿qué hacer sino aceptar la ruptura de los esquemas ante la irreducible e imponente persona de Jesús? Cuando en el culmen del asombro le vean increpar al viento y al mar y comprobar que la creación también le obedece un escalofrío y un santo temor de Dios les invadirá, porque como bien sabe el judío por los salmos que aprendían de memoria desde niños, el estruendo de la tempestad sólo era superado y dominado por la voz de Dios. Sin embargo Jesus como un niño inocente dormía, reventado del cansancio apostólico de aquellos días , y cuando es despertado se sorprende de su falta de confianza en Dios, esa que a El le hacia dormir plácidamente en medio de la tempestad, el mismo asombro que siente ante la fe del centurión. Esta es la aparente contradicción que trae de cabeza a aquellos hombres: es débil y pequeño y al mismo tiempo imponente y lleno de autoridad ¿Quién es este hombre que ha dividido la historia en dos y hasta hoy suscita el seguimiento de millones de hombres que afirman experimentar su amistad? ¿No será Aquel que los hijos de Adán, el desterrado, llevamos milenios esperando, el verdadero primogénito de la humanidad, el auténtico Hijo de Dios a imagen del cual hemos sido diseñados? Mateo no pudo sino contar lo que vieron sus ojos aunque esto desbordase todos sus esquemas. Y su pregunta sigue atravesando la historia hasta impactar a cada hombre y mujer. Ante El sólo cabe ensanchar la razón o encerrarla en lo controlable. Lo que es imposible es permanecer indiferente. También hoy.

¿Quién es éste? La respuesta se da sólo haciendo un camino que a ninguno se nos ahorra recorrer y al que todos estamos invitados.

1 comentario:

  1. Tu eres el Mesías, el hijo de Dios vivo,. Tu eres el Cristo, el Mesías, el Señor.
    Señor mío y Dios mío. En ti creo, en ti espero, mi amor sólo es en ti.
    Bendice a Carlos, tu apóstol y tu amigo.
    Haz su labor sacerdotal siempre labor de tus manos,

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