miércoles, 5 de febrero de 2014

SAL

Mira a Jesús  apasionado por los hombres. Su preocupación es que la gente, el mundo, la tierra, sea iluminada, salada y para ello quiere contar contigo. Hacerte no sólo receptor de su Amor sino colaborador suyo. Quiere que seas sal en medio de tu ambiente. Pero para que la sal dé sabor a una comida dice que son necesarias dos cosas:

1º.- Que esté en medio del alimento, no fuera
2º.- Que ella misma no pierda el sabor

Lo primero: estar

El Señor necesita que estés comprometido hasta el fondo en la historia y la vida  de tus compañeros de trabajo, de universidad, en tu vecindario. Que seas profundamente humano sin ser mundano. Que todo lo humano no te sea ajeno sino que lo sientas como propio. Que luchemos, los primeros, por toda causa justa: en lo social, en lo económico, en lo político. Vivimos un tiempo de mucha crítica pero de poca lucha. El te invita a que tus palabras tengan siempre un algo de sal, que siempre arrojen luz positiva.

Lo segundo: conservar el sabor



El sabor viene del ser, del interior. Ser de Cristo, estar unido a El por medio de la oración, los sacramentos y la comunidad. No dejarnos desvirtuar, perder la fuerza. No tener miedo a saber distinto, a escocer. Justo por eso puedes aportar algo. Si no no servimos y somos insípidos, irrelevantes, sin nada nuevo que proponer, sin ningún interés. Para ello es necesario que seas protagonista de tu propia vida. No se puede entregar lo que no se posee. Es imprescindible que tomes el volante de tu vida y no que la lleven las circunstancias.  Vivir tu vida como una misión.  Tu misión,   dice Jesús, es la misma que la suya: que los hombres conozcan el amor –el de Dios y el humano-y den gloria al Padre que está en los cielos. 

¿Cómo puedes echar ese puñadito de sal en la vida de tus compañeros? Jesús no te invita a hablar mucho sino a vivir mucho. Vivir una vida bella, buena.  Las obras buenas que explicó en el monte: el perdón, la honestidad, la pureza aún en pensamientos, la fidelidad matrimonial, hasta el extremo… amar, amar siempre, incluso a los que te hacen el mal. Estas cosas no nos salen, sólo son posibles con la fuerza del Espíritu Santo, por eso son un testimonio no de lo buenos que somos nosotros sino de lo bueno que es El.  Se trata de que esa sal que está en ti, en tu corazón y que el Bautismo desarrolló no pierda el sabor sino que dejes que salga hacia fuera, dé sabor al mundo entero, aunque te maten por ello, como al Maestro. El Padre te resucitará como a El y hará que tu vida dé mucho fruto para gloria suya. Como Juan Pablo II. El vivió en su vida tanta oposición justamente porque daba sabor al mundo.  El mismo nos dijo “No tengáis miedo de ser la luz del mundo. Como dijo santa Catalina de Siena: Si fueseis lo que sois el mundo estaría ya ardiendo. Sois luz y sal ¡Dejad que Cristo os envíe al mundo, El va con vosotros!” Sé sal, amigo, el mundo Le necesita, te necesita.

4 comentarios:

  1. Qué gran deseo d q Él llegue a mis hijos, familia, alumnos, compañeros, amig@s...!! Y q llene su vida!! Pero los frutos tantas veces no se ven... Él sabrá cuándo le abrirán la puerta, como yo debo abrir la mía cada día, cada instante..., lo mío debe ser sembrar, amar, rezar, hablar cuando toque... Y no perder la confianza en su gran poder... y en la intercesión de María...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. animo maria ester, El actúa en ti y a través de ti más de lo que crees, un abrazo, Dios te bendiga

      Eliminar
  2. Qué bonitas, qué profundas y qué ciertas las reflexiones que compartes con nosotros, Carlos. Gracias por poner sal y luz en nuestras vidas y por animarnos a hacer lo mismo, a seguir Su llamada día a día.

    ResponderEliminar
  3. gracias pablo!!!!!! tu fidelidad a la entrega que cada día Dios te pide es luz y sal para muchos de nosotros!!! bendiciones amigo

    ResponderEliminar